José Manuel Almerich
Concluida la cosecha del arroz, y antes de que llegue la primavera, es el momento de la Perellonà, una inundación hibernal de las tierras colindantes a la Albufera, que se realiza de forma gradual y con la intervención del hombre. Un espectáculo único donde el lado vuelve a tener las dimensiones que tuvo hace 2000 años
En la actualidad las desembocaduras de la Albufera que atraviesan la Devesa están reguladas por compuertas a fin de mantener el nivel del lago y evitar que el agua salada entre en la Albufera al estar por debajo del nivel del mar.
A principios de
noviembre, las compuertas de las tres salidas se cierran y en unos días, el
agua inunda totalmente los campos de arroz, los caminos y las marjales
limítrofes, de forma que la Albufera recupera la extensión que tuvo a finales
de la Edad Media. La inundación se mantendrá hasta finales de febrero, momento
en que las compuertas vuelven a abrirse y los campos se quedarán totalmente
secos. La finalidad es poder trabajar la tierra y dejarla preparada para la
siembra del arroz.
Este es uno de los mejores momentos para recorrer el entorno de la Albufera en bicicleta. Es cuando más cantidad de aves pueden observarse ya que salen del lago y se dispersan por los campos inundados. Cormoranes en vuelo, pollas de agua, coll verds, aguiluchos laguneros, anátidas de todo tipo, garzas reales, garcetas comunes y bueyeras, algún martín pescador y grandes bandadas de estorninos, así como infinidad de aves granívoras como palomas torcaces, jilgueros y colirrojos, cruzan el cielo sobre todo en las horas del atardecer cuando el cielo, en esta época, adquiere un rojo intenso y la atmósfera se impregna de matices creando un ambiente de belleza extraordinaria.
Según nos cuentas los documentos históricos, en el año 1845 comienza a mencionarse una localidad que tiene su origen en un grupo de barracas junto al mar, aunque su existencia es muy anterior. Se trata de El Perelló, que en sus inicios surge ligado a la pesca y a la regulación de los niveles de agua. Sus habitantes viven en la cota más baja de la Albufera, en unas condiciones muy precarias, al igual que en el Palmar. La existencia del Perelló siempre ha estado ligada al municipio de Sueca, y comienza a adquirir cierta relevancia cuando se construyen las compuertas en su desembocadura. Su situación limítrofe siempre ha sido un motivo de disputas entre la ciudad de Valencia y Sueca, ya que el límite de ambos términos se sitúa precisamente en el canal. Los primeros pobladores del Perelló fueron pescadores procedentes de El Palmar junto con otras pedanías del sur de Valencia, pero poco a poco la agricultura fue ganando terreno y adquiriendo cada vez mayor relevancia en la economía de sus habitantes. Las zonas húmedas fueron desapareciendo y las marismas desecadas, a la vez que el lago se iba aterrando convirtiendo las tierras inundadas en pequeños minifundios de huerta donde las características del terreno, fértil i arenoso, hacían que los productos del campo tuviesen una calidad especial, entre ellos el tomate valenciano, cuyo sabor es inconfundible y que está considerado como uno de los mejores tomates del mundo. Hay quien opina que su sabor viene de la tierra arenosa, al cultivarse muy cerca del mar, donde la brisa marina les da un aroma especial que sólo puede conseguirse aquí, otros cuentan que es por el agua con la que están regados, procedente del lago, y hay quien opina que es el microclima de esta parte de Valencia.
Según algunos cronistas,
no se sabe a ciencia cierta si la gola del Perelló es una desembocadura natural
o que fue abierta por la mano del hombre para hacer posible el cultivo del
arroz. Lo más probable es que esta desembocadura existiese desde tiempos
ancestrales y que se abría o se cerraba según las corrientes, las
circunstancias meteorológicas o las mareas. El hombre la modificaría para
adaptarla a sus necesidades, y hasta 1971, fecha en que se construyó el puerto
pesquero y deportivo actual, El Perelló se denominaba la Gola, que se aterraba
durante los temporales de levante en invierno haciendo posible su paso de
orilla a orilla, o se abriese con la crecida de las aguas del lago. Es difícil
saber el origen del topónimo, cuyo significado puede venir de “perillós” o
peligroso por su ubicación ante las avenidas de agua, o del fruto del
perelloner, una especie de peral cuyo fruto es idéntico a la pera. Otros
estudiosos lo atribuyen al origen latino de los pereylons o pereirons, cuyo
significado es fita o piedra que indicaría límite territorial de términos o
geográficos, una explicación también bastante lógica.
La perelloná viene ligada
a estas acciones de cerrar o abrir las compuertas. Cuando se soltaban las aguas
a los arrozales procedentes del río Júcar o del mismo lago, a esta acción se la
denominaba “perelloná” que sigue utilizándose por las personas mayores, y
cuando el nivel de las aguas alcanzaba el punto referenciado por una fita en el
Perelló, se decía que ya había alcanzado el nivel de perelloná, o nivel máximo.
Hoy en día el Perelló que da nombre a este fenómeno tan peculiar en la Albufera, es un núcleo turístico que comenzó a tener relevancia en los años sesenta, siendo una zona residencial de veraneo para la burguesía valenciana. Al igual que lo hizo Blasco Ibáñez en la Malvarrosa, o el Pintor Sorolla, el maestro Serrano se construyó una preciosa casa modernista junto a la desembocadura donde se mudó a vivir definitivamente. En sus crónicas reconoce que la mayor parte de su obra fue compuesta allí, y la belleza del entorno le inspiraba profundamente. La falta de sensibilidad hizo que se autorizase su demolición parpara construir un bloque de apartamentos en los años 80.
Antigua Casa del Maestro Serrano en El Perelló
Hay años como este que la
perelloná se retrasa por la sequía y el bajo caudal del río Júcar, pero poco a
poco el lago y su entorno alcanzarán su máxima inundación invernal en unos días
y las acequias van llenando de agua hasta el último rincón del parque natural.
Tras la perelloná vendrá l’eixugà, que es el momento de la “fanguejà” que
prepara el suelo convertido en barrizal para la plantación de arroz, y que
ofrece alimento a miles de aves al remover la tierra
Tras la «perelloná» y «l'eixugà», es el momento de la «fanguejà», una
práctica que además de preparar el suelo para la plantación del arroz, ofrece
alimento a miles de aves en el espacio natural y que evidencia las sinergias
entre medio ambiente y la agricultura
La “perelloná” es una práctica muy beneficiosa para los campos de arroz,
pues no sólo permite al subsuelo del lago recuperar nutrientes, sino que
favorece la aparición de la llamada “pulga de agua”, un pequeño crustáceo que
elimina los residuos que hay en su entorno haciendo que las aguas del lago
recuperen su aspecto cristalino. Esta actividad conlleva que, desde la
superficie se pueda observar con detalle el fondo de La Albufera, algo que no
sucede durante el resto del año debido a la gran cantidad de nutrientes que se
concentran en su interior y que le dan un aspecto turbio.
La “perelloná” es una práctica de riego que tiene acciones similares en
otras partes del mundo. De hecho, ya el propio Herodoto describía en sus crónicas
sobre Egipto, que los campesinos que trabajaban los terrenos cercanos al cauce
del Nilo utilizaban sus crecidas para programar sus cosechas y propiciar el
depósito de nutrientes como el limo y el lodo, al tiempo que aparecían pequeños
insectos que propiciaban la limpieza de sus aguas.
Tenemos que aprovechar el momento, ya que este cambio en el paisaje se produce sólo durante unos meses. Luego vendrá la plantación del arroz y tras la recolección del grano los campos volverán a quedar secos hasta el invierno. Son los ciclos agrícolas, que van parejos a los ciclos de la vida. El hombre, durante generaciones, se ha adaptado a los ciclos de la naturaleza, y éstos a su vez, con el tiempo y la cultura, han sido condicionados por él. Por eso este paisaje es mas obra del hombre que de la naturaleza. Adaptado a sus necesidades, el lago de la Albufera sigue siendo la referencia de miles de aves en su viaje migratorio, y las inundaciones anuales son la clave de la biodiversidad.
Aprovecha estos días y da la rodea en bici la Albufera. Con un desnivel acumulado de apenas cuatro metros, la sensación es de rodar sobre las aguas. Un privilegio para los vecinos y visitantes, tener este paraíso tan cerca.
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