lunes, 9 de noviembre de 2020

El Secanet

El lujo de lo cotidiano

José Manuel Almerich

Salva recuerda, como uno de los momentos más importantes de su vida, cuando su familia le dijo hace veinte años - Ya no queremos volver.  Tanto sus hijos como su esposa Gema tenían claro que querían vivir en Algimia de Alfara, un pueblo pequeño y tranquilo del Camp de Morvedre. 


Con poco más de mil habitantes, Algimia se encuentra a caballo entre las sierra de Espadán y la Calderona, allí donde el valle del Palancia se abre para llegar al mar, y allí donde sus aguas riegan, desde tiempos antiguos, los pequeños huertos junto a la población. Al cultivo principal que fue durante décadas el algarrobo, el olivo y la vid, le sustituyeron los naranjos y los mandarinos, junto con otros frutales convirtiendo casi todo el término en regadío, no sólo con las aguas del Palancia, de donde provienen las acequias históricas, sino con pozos a motor. 


Precisamente esta transformación del territorio de secano a regadío es lo que le da nombre a nuestra Casa Rural, el Secanet, topónimo con el que se conocía esta calle y sus campos cercanos cuando se hacía referencia a las últimas tierras cuyo único riego era la escasa agua de lluvia en un clima mediterráneo. 



A pesar de su poca altitud, tan sólo 70 m sobre el nivel del mar, los veranos son frescos y los inviernos templados, ya que los vientos de levante entran generosamente a partir del medio día haciendo soportable el calor veraniego y permitiendo además, toda clase de cultivos. Cultivos que Salva cuida con esmero para ofrecerlos a sus clientes, porque aunque no suele hacer comidas, las cenas son un esmerado mosaico de productos de la tierra, aplicando también la filosofía de cercanía; queso de Almedíjar, tomate valenciano, pulpo del Perelló, patatas de su propia cosecha y aceite de Espadán. 




En el año 2003 Gema y Salvador compran la casa anexa a la de sus padres –todo fue por miedo, nos cuentan, porque al quedarse vacía y ambos edificios compartir un arco de carga, temían que pudiera derrumbarse si la casa de sus vecinos se abandonaba o peor aún, la derruían para construir una nueva. Por este motivo no lo pensaron dos veces y adquirieron a sus herederos la casa que fue, la del barbero del pueblo. 


Los trabajos de reforma y acondicionamiento les llevaron años, y durante ésta época aparecieron todo tipo de utensilios antiguos que el barbero utilizaba para adecentar los rostros y el pelo de los vecinos; peines, cepillos, navajas de afeitar, tazas jaboneras, brochas de pelo de jabalí, tijeras de esculpir y jarras esterilizadoras iban apareciendo en el jardín, ocultas por la maleza, cual restos arqueológicos de una civilización perdida. 


 Algunos los aprovechamos y tras limpiarlos, los guardamos como recuerdo, recuerdo de una profesión desaparecida a la vieja usanza, al igual que los espejos y los sillones de madera que todavía se conservan. 


Poco después, en marzo de 2004 es cuando deciden convertirla en casa rural de alojamiento compartido, una casa pequeña, familiar, humilde y sencilla con cuatro habitaciones pero con todas las comodidades que los huéspedes que buscan paz, pueden encontrar. 


Nuestros primeros clientes, nos cuenta Salva, fueron una familia de israelíes que decidieron conocer a fondo España ya que el padre vivía en Madrid por motivos de trabajo. Y en sus viajes por la península buscaban los lugares con esencia, esencia que sólo casas como el Secanet pueden ofrecer. Todavía los recuerdan con cariño puesto que volvieron varias veces, incluso cuando el resto de la familia visitó España.  En el libro de visitas siguen escritas las palabras de agradecimiento.
 

Gema es una excelente cocinera. Ama con pasión su trabajo y nos confiesa que el día que no disfrute cocinando, dejará de hacerlo. Por eso sus platos transmiten el cariño de una madre que prepara lo mejor para los suyos. Y si los productos son de su propio huerto, incluidas las flores de los pensamientos que decoran sus ensaladas, el placer del comensal está garantizado. 




Las gallinas pasean a sus polluelos por el huerto, los patos pequineses, collverds y pavos albinos viven en su pequeña granja, Salvador solicitó todos los permisos legales y fue declarado núcleo zoológico para tener las máximas garantías. Y entre los huertos, el patio exterior, la piscina sobre elevada por encima de los naranjales y las terrazas de las habitaciones, delicias del verano, Gema y Salvador nos cuentan su manera de entender la vida, una vida que transmiten a sus huéspedes quienes buscan sobre todo, la felicidad. 


Viajan por el mundo sin salir de su casa, por ella han pasado todo tipo de clientes que les han aportado tanta sabiduría a cambio de tranquilidad. Desde hace años, nos cuenta Gema, viene una familia italiana que se reencuentran con su hijo y su nieta. Recuerda cuando su abuela, nerviosa, iba a conocer por primera vez a su nieta, y Gema se encargó de todo, creo el ambiente, la cena, preparó la casa, para que el primer encuentro fluyera con normalidad, y así fue y desde entonces, El Secanet es también, un lugar de conciliación. 


El Secanet es una casa rural que emana fuerza interior, que con su decoración y su ambiente, transmite paz, pero también reconocen que el entorno acompaña. Se encuentra en el punto final de la Vía Verde de Ojos Negros. Aunque en su trazado original partía de las minas de Ojos Negros y llegaba al Puerto de Sagunto, el trazado acondicionado y recuperado es mucho menor, ya que se inicia en Cella (Teruel) y acaba en Algimia de Alfara. Por eso este lugar puede ser ideal para comenzar nuestra travesía, contratar el taxi que nos suba y descender por la vía hasta Algimia, y ¿qué mejor lugar donde pasar nuestra última noche? 


Aún así todos los meses tienen ciclistas que la hacen a la inversa. Llegan a Algimia desde Valencia por la Vía Churra y la Marjal del Moro hasta Puerto de Sagunto para llega al Secanet donde pasan la primera noche. Y a la mañana siguiente continúan hasta Jérica o Segorbe desde donde vuelven de nuevo al Secanet. 


El Secanet también tiene servicio de alquiler de bicicletas eléctricas, por si alguien, con mucha voluntad y menos forma física, quiere iniciarse en la aventura de recorrer a la Vía Verde más larga de España.

 

 



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