Un alojamiento rural al sur de la Albufera
José Manuel Almerich
Hace apenas unos años, conocí el El Teular, entre Sueca y el mar. Por aquel momento era un conjunto de instalaciones industriales abandonadas, en mitad de los arrozales, que hacía algunas décadas, había dejado de fabricar tejas.
La Tejería, las bodegas, los almacenes, la estancia, la caldera y el horno estaban en buen estado. La chimenea todavía en pie seguía desafiando el tiempo, sin un ápice de inclinación y con un ladrillo a cara vista con formas geométricas.
El Teular fue construido en 1933 y en él se fabricaba la teja de alfarería, un material de construcción muy empleado como protección de la parte superior protegiendo los tejados de la lluvia. Dicen los historiadores que la teja fue la primera pieza de construcción que se empleó cocida porque estaba sometida a los elementos recibiéndolos de plano, mientras que las paredes podían hacerse de adobe o barro sin cocer. La durabilidad de una teja es infinita, tiene bajo costo y es escaso su mantenimiento.
Los griegos fueron los primeros en utilizarlas y en la Comunidad Valenciana existen yacimientos como Allón, en la actual Villajoyosa, donde se encontraron restos de un tejar del siglo I cuyo dueño, Lucius Herennius Optatus exportaba sus productos desde Italia a las costas del sur de Francia y en el litoral levantino, como es este caso, tenía otros centros de producción. El jefe del Área de Arqueología de Villajoyosa, Antonio Espinosa, consideró este yacimiento con su conjunto de termas como "el hallazgo arqueológico romano más importante de España en la última década"
El pasado sábado volví al Teular, tres años después. Sabía que había sido restaurado y que se había convertido en un hotel rural. El resultado ha sido sorprendente. La antigua fábrica de tejas de 1933 se ha convertido en un lugar único donde pasar unos días (hay pocos alojamientos en el Parque Natural de la Albufera de este nivel que no estén junto a la costa)
Respira historia entre sus paredes. Disfruta de la elegancia, la tradición y el diseño en la decoración de sus habitaciones. También su restaurante abierto al público, alojado o no, así como los eventos que allí se celebran donde ofrecen platos tradicionales elaborados con productos del mar y de la huerta cercana a él.
Un espacio de 7000 m entre las antiguas instalaciones y jardines en pleno corazón del parque natural. No voy a describir sus habitaciones ni como ha quedado la combinación de la arquitectura industrial con los elementos más vanguardistas como los suelos acristalados o vigas de madera en vertiente.
Tampoco su cocina porque hay que probarlo. A nosotros los ciclistas nos interesa porque es un lugar estratégico en nuestras travesías por los alrededores de la Albufera y la cercanas playas de Sueca o Cullera.
Un lugar donde dormir y pasar un extraordinario fin de semana que nos permita disfrutar del lago, la cultura y el paisaje horizontal tapizado de verde, del marrón de las espigas o del infinito espejo cuando los campos están cubiertos de agua. Un paisaje tan distinto como cambiante, según las estaciones del año.
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